miércoles, 6 de enero de 2021

2020. UN AÑO ¿PARA OLVIDAR? POR PEDRO CALZADO


Se acabó un año para olvidar. Si pero,… yo quiero recordar algunas cosillas que he vivido en este año pasado. Me olvidaré de los malos ratos, pero no quiero que se me olvide que tenemos pendiente grandes celebraciones que ya hubiéramos hecho si todo fuera normal. No quiero que se me olvide los ratos con mis niños y niñas que, por otra parte, sin inolvidables. No se me pueden olvidar, porque son esos ratos que te cargan de vida y son los necesarios para seguir creyendo que la vida vale la pena vivirla junto a quienes la vivo.
Para poder recordar este año, yo le he cambiado el nombre. El veinte veinte, queda feo. Es muy redondo. Yo lo quiero recordar con otros dígitos que me dicen mucho más. El pasado año es para mí es el 25 76. Esos dígitos son especiales. Es la forma de convertir metros y centímetros en un año de oro, que así lo recordamos con más alegría, y son unos números que siempre recordaré. Tampoco se me olvidará cuando vea en mi mesa tres trofeos que desprenden luz de plata y bronce, que me han regalado mis chicas de oro.
No puedo olvidarme de la tierra de Villanueva y de la arena de Lepe. De una noche de risas de la primera concentración en tierras onubenses, de las lágrimas de alegría que una madre orgullosa y del orgullo de que ya habíamos hecho algo grande, sin saber lo que aún me tendrían que dar. No me olvidaré de la alegría de clasificarnos todos y todas las edades para las finales de la pista cubierta, y que en el último momento nos quedamos en cubierto en casa sin poder salir. Y los ánimos que me daban las más chicas y más chicos cuando más me hacían falta en el encierro.
Y no me olvidaré que mientras estuvieron encerrados se olvidaron de correr, y de que tuvieron que volver a empezar entre grandes abrazos al volver a verse después de muuuuucho tiempo. Pero aprenden pronto y lo demostraron obligándonos a ir donde querían ellos y ellas, a competir con los mejores. Con gel y mascarilla, con miedo, responsabilidad y sobre todo, ganas de divertirse. No olvidaré nunca la lección que nos dieron los que están en edad de aprender.
¿Cómo voy a olvidar el día que supe que iba con mi cámara a un campeonato de España? Nunca, nunca olvidaré esa jabalina que quería que nunca cayera, ni de las incontables vallas que se me hacían eternas, ni del listón de altura de Nerja, y mucho menos de esas sonrisas de las que sabían que habían llegado a ese momento donde hay que disfrutar de una pista azul que más que un diez, nos dio un 12. Y yo detrás de ellas, disfrutando como un chiquillo. Y me acordaré de verlas en la tele como si profesionales fueran. Y me di cuenta que sí, que éramos un EQUIPO. Y que juntas son mejores.
Y otra vez me acordaré de las vallas de Málaga, de los listones de altura, de las niñas voladoras cayendo en una colchoneta después de soltar una pértiga, de los más chiquitines saliendo del agua de la ría que casi los cubre, de un tres mil entre risas, discos voladores y martillos que llegaban muy lejos, del esfuerzo de la que no podía ni andar, de un “ahora lo arreglo” escrito en una bola de peso, una carrera del “hombre” que vino del frío, de los niños y niñas con mucha marcha aprendida en poco tiempo, y de los relevos de las más grandes a los testigos de las más chicas, de las lágrimas de impotencia de un saltador que venía a toda velocidad pero que no le dio tiempo, de las cuentas con las manos por un punto, de mi corazón parado por medio punto arriba o abajo, de las nuevas que llegaron para besar… el trofeo, de los ánimos, de los gritos, del calor, de los nervios, de las emociones, de los 9, de SINCO, (que no es un número mal escrito); de los “separaos, que no lo tenga que decir más”, de los “sufridores” tras las rejas, de la pista verde de la catedral del atletismo donde suben a los altares los más grandes, de las lágrimas en Cataluña por unas pértigas tardonas, de ponme el dorsal, de dile que esté tranquilo, del dependemos de lo que haga ahora, de… tantos y tantos momentos junto con niños, niñas, y otras más creciditas y creciditos con un poco más de vergüenza. Y sobre todo, de tantos pares de ojos a los que miraba y me buscaban para, sin hablar, decirme tantas cosas.
Y no se me puede olvidar el año pasado porque tengo una camiseta negra, que pasean con orgullo por donde todavía no podíamos ni soñar. Una camiseta de un equipo que hace +masatletismo, y más familia, y más pueblo, y más sierra, y más norte, más Córdoba y más unión, y más amigos, y más y más y más,… Una camiseta que tenemos todos los que en este año pasado creímos que es posible que los y las “LINCES” se pueden criar en la Sierra Norte de Córdoba mejor que en ningún otro sitio, aunque se estén acostumbrado a salir de la zona más de lo que pensábamos.
Y no se me van a olvidar la gran cantidad de besos y abrazos que os debo y me debéis. Están apuntados para dárnoslos en cuanto podamos. Imaginad que nos los podamos dar en este 2021 y así celebrar todo lo conseguido en dos años seguidos.
Y no quiero olvidar nada porque no se me olvida que crecen muy rápido, y pronto me daré cuenta que eran niños y niñas, y ni siquiera recordaré lo rápido que ha pasado el tiempo para que dejaran de ser, sub12, sub14 y sub16. Tan rápido como una centésima de segundo en una carrera de relevos.
Y para que nunca se me olvide, de vez en cuando, miro las fotos y vuelvo a recordar tantos buenos ratos, que podían haber sido muchos más y vuelvo a emocionarme, a reírme y a llorar de nuevo. Pero aunque tengo muchas fotos en el disco duro, tengo muchas más grabadas en mi cabeza y en mi corazón que nunca quiero olvidar.
¿Cómo no voy a recordar un año para olvidar?

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